Un beso... Dulce amargura que por tus labios pasa, dulce esperanza que por mi alma resbala.

jueves, 14 de junio de 2012

La pequeña princesa insaciable


Aquella noche pude darme el capricho de hacer la cena en ropa interior. Las ventanas estaban entreabiertas y las cortinas sin recoger. El escaso viento que podía entrar, las movía. “We are young”, sonaba mientras caminaba por la casa descalza y casi desnuda, sin importarme que alguien pudiese verme a través de una de las rendijas. Coloqué el mejor mantel, los cubiertos más bonitos, las velas blancas que más tarde encendería... Y sólo un plato. Como la cena no enfriaría tan rápido, decidí darme un baño. Total, toda aquella parafernalia sólo era para mí. Encendí velitas mientras dejaba que la bañera se llenase de agua bien caliente. Eché lo necesario como para que todo se cubriese de espuma, y me desnudé. Una sensación de tristeza me llenó al mismo tiempo que metía cuidadosamente un pie en el agua para comprobar que estuviese a la temperatura ideal. Sí, lo estaba. Me fui mojando poco a poco, hasta tener todo el cuerpo cubierto de agua espumosa, y con el pelo recogido en un moño que no tenía pensado mojar. Allí, recostada en la bañera, me puse a recordar la primera vez que te vi. Sin saber ni cómo ni porqué, rompí a llorar. Hacía ya tiempo que nadie me hacía sentir como una princesa, que nadie me regalaba un “te quiero”, hacía demasiado tiempo que estaba sin ti. Las lágrimas resbalaban por mi cuerpo hasta perderse en el agua, mientras yo me enjabonaba con el gel con olor a vainilla. Me apresuré para terminar y salir de la bañera para que la cena no enfriase demasiado.

Me sequé, me envolví en una corta toalla, y fui a ponerme un ajustado vestido rojo, por encima de una combinación negra con transparencias. Medias hasta el muslo, con una pequeña puntilla en ese punto. Mis tacones más altos. Traté de maquillarme lo más natural posible, para darle el toque rojo pasión a mis labios. Me recogí el cabello con un pasador brillante, tal vez lo único brillante de mí esa noche. Me dispuse a cenar de esa guisa, cuando alguien llamó a la puerta. No esperaba a nadie. Miré quien era y me sorprendí. Tú. Abrí rápido y me quedé pasmada ante ti, sin saber qué decir. Una lágrima fugitiva se me escapó, y te arrimaste a mí, sin prisas, y cuidadosamente la secaste con un beso. Te abracé, y tú a mí, y me dijiste que te quedarías conmigo.

Te llevé de la mano hasta mi cama. Sabías que quería volver a sentir más placer del que, hasta ahora, sólo yo me había dado. Nos desnudamos lentamente. Sentir tu aliento en mi nuca, hizo que se me erizara la piel. Me mordías una oreja, mientras yo llevaba tus manos hasta mis pechos. Esbozaste una sonrisa al recorrer mi piel con la nariz, y ver que olía a vainilla como la primera vez. Te sentaste en la cama, yo coloqué una de mis piernas a cada lado de ti, me senté de modo que pudiese mirarte, quitaste el pasador de mi pelo, tus manos se hundían en él, yo recorría tu pecho con las mías, besaba tu cuello, te mordía, y sin darme cuenta estábamos jugando boca con boca, nuestras lenguas se buscaban, nuestros alientos se encontraban. Cuando todo lo necesario estaba más que humedecido, me llenaste, lo hiciste fuerte, sin pensártelo, sabiendo que no me harías daño. Empezaron a oírse gemidos mientras sonaba “Don't Cry” de fondo. Tus manos en mi cintura, me movían apretándome contra tu cuerpo. Decidiste moverme, me empujaste contra el cabecero, estaba frío y eso hizo que mis pechos se endureciesen más, cada vez te sentía más dentro, con más ansias, con más deseo. Nuestras miradas se encontraban, te pedía que me besaras para ahogar algún que otro gemido, mis manos bajaban por tu espalda, te apretaba contra mí. Los dos llevábamos mucho deseando esto. El sudor de nuestro cuerpo, hacía que resbalásemos más. Recorrías mis pechos con la lengua, mientras yo sentía el placer que no había sentido nunca. Te mordía en el hombro para no gritar. Se oía el roce de nuestros cuerpos. Me hiciste llegar al clímax, a la vez que tú.

Los dos nos miramos, esbozamos nuestra sonrisa pícara, estábamos cansados y sudados. Tú seguías abrazándome, y yo recorriendo tu cuerpo con mis dedos. Te había dejado la marca de mis uñas por toda la espalda, y tú a mí la de tus mordiscos por todo el cuerpo. Otra vez contigo, con mi olor característico, nuestras sonrisas, nuestras muestras de cariño. Me susurraste un “te quiero” al oído, el cual fue correspondido. Me trataste como a una princesa, me hiciste sentir el placer que añoraba, me quisiste.

Lo último que recuerdo es que te dije “quiero más”, y respondiste “me encanta que seas mi pequeña princesa insaciable”.

Al instante abrí los ojos. Me desperté sudada y con los ojos llorosos. Todo apuntaba a que había sido un sueño. Sin embargo, las marcas de aquel deseo estaban presentes en forma de pequeños mosdiscos. No puede haber sido real... O sí.

4 comentarios:

  1. Pronto volveremos a repetir esos momentos pequeña. Te quiero princesa

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  2. valla... es bonito a la vez que "sexy" y me a encantado desde el principio hasta el final! Gracias por pasarte por mi blog y comentar, tu comentario me hizo pensar. Te sigo. Un besito.
    http://detodomenosdecisiones.blogspot.com.es/

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